En el cielo airado que mese las nubes; vuelan entre la lluvia, los ojos amargos de la soledad:
Vuelan, en la periferia, nubes cual países extraños, de los que no se tiene antecedente alguno, nunca antes conquistados, ni por la mano brusca del fusil ni por la “salvación del alma” (más brusca aun).
A la derecha del Sol, un velamen fantástico eleva los mástiles con sus velas encantadoras, velas blancas de cristal; la proa fija un nuevo día hacia el parpado de la existencia. A la izquierda, el oro se derrite con el Sol y la mezcla arde en los cabellos de la Musa, la criatura indolente por el loco maculada, nunca más sola.
Por encima de mí una enorme fragua hiere al cielo y un lamento acaricia mi soledad, soledad de extraviado. El martirio se evapora por doquier, su misión fue existir.
-¡Bienvenido al reino del gozo!-
Anuncia una voz de entre los árboles, es el rugido del viento que atormenta y destruye las flores moradas del jardín idílico, donde hace ya tiempo que las mariposas y los grillos jugaban con la demencia de las personas y las sonrisas de los niños locos entusiasmaban al paraíso, olvidados ahora son.
Se han abierto las puertas del gran palacio, todos estamos invitados, inclusive el soberbio y al igual que todos arderá en la flama que nos alcanza, esta flama es la benevolencia y dicha afirmación habla de lo mucho que he sufrido.
Andaremos ciegos, sordos por el camino de las sombras y llegaremos, algún día, al nuevo éter que la voluntad añora, la sociedad enmienda y la eternidad perpetua. Justo antes de llegar al río de sangre, donde sufren los condenados, amigos míos, habremos de aplaudir la nueva anarquía y condenar la mente por rechazar al rigor humano.
¡Señores de la oscuridad! Os pongo a su merced la intención de mi nuevo día. Oscuridad, vehementes, relámpagos, los volveré a ver, mis sueños lo anticipan y la memoria no me ayudará a fingir ¡cuánto los he odiado! Que así sea pues, la verdad sueña con ser descubierta y el amor debe ser reconquistado, por ahora es más conveniente arder, con las letras, con el cielo o con alcohol, simplemente arder, no importan las maneras.
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